20 junio 2007

“Ya que la propia nada, la continuidad de la nada, deja huellas, y es como el mundo traiciona su secreto. Así es como deja presentir ocultándose detrás de las apariencias”
J. Baudrillard



El mundo muchas veces se traiciona cuando se obnubila con las apariencias. Esto es lo que Baudrillard llama las huellas de la inexistencia, de la continuidad de la nada. Y quizás sea algo de esto lo que sucede con la enigmática GeneraciónY.
Dice Baudrillard que “si no existieran las apariencias, el mundo sería un crimen perfecto, es decir, sin criminal, sin víctima y sin móvil. Un crimen cuya verdad habría desaparecido para siempre, y cuyo secreto no se develaría por falta de huellas”. La preocupación del autor señala patéticamente la falta de respeto hacia la humanidad, criticando duramente la ceguera humana, que cabalga hacia su propia destrucción, y no hacia una evolución generacional que construye sujetos mejores, más capaces para enfrentar los próximos cambios. Hay sin duda una mutación, pero cabe analizar porqué y cuál es exactamente.
Lo que no podemos eludir es que existe un aparato formidable para mediar la realidad: la tecnología. Y tampoco podemos hacer caso omiso a la dimensión que adquiere en el mundo moderno. No cualquier fenómeno, ni cualquier novedad se convierten en “ERA” y eso no se ha discutido suficiente aún.
La era tecnológica es una realidad, pero si algunos se aventuran a discutir su nota evolutiva (La ¿evolución? en la era tecnológica) es más posible aún cuestionar que sea la causante de tan profundos cambios en la porción de la sociedad que la encarna y la vive desde los primeros años de su vida.

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